Esta mañana, mientras viajaba en el metro, he visto todo un despliegue de pavorealismo delante de mis narices. Y ha sido tan divertido que me he decidido a compartirlo con vosotr@s.
El pavo real (en este breve relato denominado sujeto A) despliega su cola mostrando los colores más llamativos para impresionar a la pava (a la que denominamos sujeto B) que intenta mirar a otro lado para no ponérselo fácil al pavo.
En nuestra historia, al sujeto A, le entra un calor horrible nada más acceder al vagón atestado de gente a primera hora de la mañana. Se quita capa tras capa de ropa hasta quedar en manga corta. Da igual que sea Marzo y que, a pesar del calor humano, en el vagón no superemos los quince grados Fahrenheit.
¿Y el sujeto B? ¿Dónde se encuentra?
Le hayamos sentado, camuflado entre una decena de personas que se agolpan en el reducido espacio del metro, intentando ver si el sujeto A va a terminar de desnudarse o va a empezar ya a realizar la danza de cortejo.
El pavo real, quiero decir, nuestro sujeto A, estira el cuello buscando una pava ante la que desplegar su cola (o sus encantos) y es entonces cuando el sujeto A establece contacto visual con el sujeto B, aunque éste sujeto aparta la mirada rápidamente, no dejando que el pavo vea que realmente se lo está comiendo con los ojos, porque los sujetos B no podemos hacer eso bajo ningún concepto.
El sujeto A, intentando disimular su asedio, se abre paso entre la gente para quedar en mejor posición, justo frente al sujeto B. Se agarra de la barra con premeditación y alevosía para marcar bíceps y así, de paso, enseña un trocito de oblicuo bajo la camiseta, la cual se ha levantado (oh, qué casualidad) al mismo tiempo que el brazo.
Mientras, el sujeto B, que sigue sentado y casi inmutable al resto del mundo, ha empezado a hiperventilar ante la visión del oblicuo. Levanta la cabeza para darle un repaso disimuladamente y descubrir en el proceso que de cara tampoco está mal. Clava la mirada al frente haciéndole ver al sujeto A que pasa de él, cuando realmente lo que está es viendo el reflejo de su trasero en la ventana que tiene en frente.
El sujeto A se pasa la mano por el pelo castaño. Haciendo notar esta parte de su anatomía por que sabe que a las pavas (o chicas, en este caso da igual la distinción) les gusta. También hace giros y movimientos caderiles que muestran al sujeto B que se cuida, que va al gimnasio y que la va a poder empotrar contra la pared en algún momento dado.
Volvemos al sujeto B que, tras el despliegue de cola del sujeto A, ha cambiado de técnica. Deja que de vez en cuando dicho sujeto A pille sus miradas, efectúa medias sonrisas vergonzosas y menea su larga melena que, a falta de cola multicolor, tampoco está mal.
Repentinamente, el sujeto B entra en ebullición y, siguiendo el ejemplo del pavo sujeto A, empieza a quitarse ropa. El foulard y el abrigo van fuera, mientras que la chaqueta permanece en su sitio, abierta eso sí, para dejar a la vista la pechuga de pava.
Es entonces cuando A y B parecen echarse un pulso. B saca pecho, A se sube hasta el hombro la manga de la camisetilla y enseña deltoide. B coloca su melena sobre el hombro izquierdo dejando casi tuerto a un sujeto C que, con unos reflejos propios de un guepardo, se aparta a tiempo. A se levanta un poco la camiseta para rascarse la tripa, acto que no puede hacer bajo ningún concepto sobre la ropa. B se muerde el labio. A se pone bizco…
En toda esta historia, hay un sujeto D que, divertido, observa toda la escena y toma notas en su móvil. Este sujeto D tiene unos cuantos años más que los sujetos A y B y le ha dado igual observar al sujeto A desde que ha entrado al vagón por que, oye, el pavo no estaba mal.
Mientras A sigue desplegando la cola y B se deja impresionar por ésta, D, partiéndose de risa interiormente, mira al sujeto A y, apiadándose de él, le guiña el ojo mientras se levanta y le cede el asiento al lado de B con la excusa de bajarse en la siguiente parada.
D observa cómo los dos, ya sentados uno al lado del otro, empiezan a hablar. Se acercan, se alejan, se miran, se hablan al oído… El sujeto D, que ya no es pava si no gallina vieja, sonríe melancólica, recordando cómo hace tiempo ella ocupaba el lugar del sujeto B y su gallo de corral, al que ha dejado al cuidado de su polluelo, ocupaba el lugar del sujeto A.
Y es como caigo en la cuenta de que los pavos reales se convierten en gallos de corral. Pero esta disertación la dejaré para otro día ^_^
<3
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