Observo la Puerta de Alcalá, las esculturas de la parte superior, la inscripción, el significado que un monumento así tiene para la humanidad, arcos de triunfo distribuidos en miles de ciudades de nuestro planeta. Necesidad vital del hombre de dejar su impronta, su marca, su huella… y me pregunto de nuevo: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?
Si habéis tenido la ocasión de leer Atlantes, de Iván Gilabert, estoy convencida de que también os habéis hecho esas preguntas en alguna ocasión.
Consulto la hora, faltan diez minutos para la cita con Iván. Es la primera vez que viene de turisteo a Madrid y le he prometido ser su guía mientras disfrutamos de un café para llevar.
Coloco mejor los termos de café del Starbucks en la bolsa para que no se vuelquen y cruzo hacia la calle serrano.
Miro el reloj de nuevo. Ocho minutos.
Está al lado, sé que voy a llegar a tiempo. Y tú, ¿te vienes conmigo a conocer a Iván? ¿Sí? Pues dame la mano y avancemos hasta la entrada del Museo Arqueológico.
Quedan dos minutos para la cita, subo las escalinatas y miro a mi alrededor, no hay nadie. Juraría que las manecillas del reloj se mueven más despacio. Un minuto. ¿Tú vas a alguien? Yo tampoco… Medio minuto. A lo mejor ha perdido el ave.
Diez segundos.
O quizá se haya perdido.
Cinco segundos.
A ver si le ha pasado algo.
Dos segundos.
Creo que voy a llamarle al móv…
—¿Merce? —pego un bote y los cafés de la bolsa amenazan con derramarse.
—Sí, ¿Iván? —sonrío mientras me agarro el corazón que está a punto de salirse del pecho.
Le saludo, le doy su café y entramos en el Museo. En el hall principal nos repartimos los cafés y os invitamos a seguirnos para escuchar nuestra conversación; al fin y al cabo se trata de conocer al autor.
—¿Sabes? Tu libro me ha dejado una resaca importante, hace ya un mes que lo terminé y sigo pensando en tus protagonistas —digo antes de dar un sorbo al café—. Pero dime, ¿cómo surgió la idea de tus Atlantes? ¿Fue un sueño? ¿Un pensamiento fugaz?
—Pues Atlantes surgió sin darme cuenta. Desde siempre he leído muchos libros, revistas y programas de televisión del estilo del gran Jiménez del Oso, por ejemplo, y, sin saberlo, durante años se fue acumulando un sinfín de información, seguida de una serie de dudas y de preguntas sin responder, que quedaron almacenadas en mi mente: ¿Existen realmente los OVNIS? ¿Existió la Atlántida? ¿Fue real el Arca de la alianza o la caja de Pandora? ¿Hay o hubo dioses? ¿Dónde está el infierno? ¿Pirámides? ¿Cristo? ¿Extraterrestres? ¿El yeti? ¿Profecías mayas? ¿Posesiones?
Preguntas de este tipo rondaban por mi cabeza, como supongo que le pasa a millones de personas, sin tener una respuesta clara. Pues bien, un buen día me senté, porque quería y porque necesitaba buscar una lógica que pudiera dar respuesta válida a estos misterios. Tracé un hilo a través de la historia del hombre, desde sus albores hasta la actualidad, e intenté darle sentido a esas cosas que rondaban por mi cabeza. Y sin darme cuenta, salió Atlantes.
—Ostras Iván, generar ese hilo conductor a través de todas esas preguntas que planteas y habiendo visto el resultado final en forma de libro, no hace más que certificar una cosa: eres un genio, de verdad. Porque es que, encima, todo este mundo que planteas podría ser posible. Me lo he creído y me ha sobrecogido. ¿Qué sentiste al escribirlo?
—Me sentí genial mientras escribía el libro. Creé una nueva historia para el hombre. Era el dios del boli, dictando al ser humano qué hacer, cuándo hacerlo y por qué hacerlo. Estaba reescribiendo la evolución del homo sapiens de tal forma que, muchas de las cosas que antes no tenían explicación, la tomaron por arte de magia. Me sentí bien dictando nuevas órdenes y destapando falsas conspiraciones que jamás debieron de ser creadas para el beneficio de unos pocos. En definitiva, estaba creando un mundo mejor.
Pero no he podido obviar, porque forma parte de nuestra historia, que la maldad siempre han estado presente, que el hombre ha acatado y obedecido sin rechistar lo que ha dicho alguien por llevar traje y corbata, o sotana, o simplemente por ser diferente, y cuyas decisiones han causado que millones de personas se hayan matado durante siglos sin saber muy bien por qué. También a esas calamidades les di una posible explicación, que no justificación.
—Está claro que tu libro viene con moraleja incluida. Sin hacer spoilers ¿Lo crees? ¿Nos lo mereceríamos?
—Tengo que decir que, aparte de que me gustan los libros apocalípticos que acaban como el rosario de la Aurora, creo personalmente que el ser humano dejará de ser algún día la especie dominante de este planeta, por su inmensa estupidez, egoísmo y avaricia. Somos animales que han evolucionado, de forma casual y con mucha suerte, para ser superiores al resto. Pero no lo estamos aprovechando de la forma correcta. Somos un virus que arrasa allá por donde vamos y que acabará, no sólo con la mayor parte de su especie, sino que en el camino exterminará a miles de otras especies que no tenían culpa alguna. Y si no lo hace la estupidez del hombre, lo hará la naturaleza de nuestro planeta, como ya ha hecho otras muchas veces durante la historia, mediante una purga natural para encontrar de nuevo un equilibrio razonable. Pienso que cada vez somos más conscientes, pero también más avariciosos, y no creo que podamos salir de ese círculo vicioso. De todas formas, el tiempo dirá. Lo mejor, es que estamos a tiempo de cambiarlo, lo peor, es que, aun sabiéndolo, somos tan estúpidos que no lo haremos. Pero siempre se ha de tener un hilo de esperanza.
—Desde luego, la esperanza es lo último que se pierde, aunque yo también pienso que nuestra estupidez será nuestra ruina. —Miro una de las vitrinas del museo y observo un enorme colmillo de mamut—. ¿Quién eres, Iván?
—No one. Nadie, como diría Arya Stark en Juego de Tronos. (risas :D ) Un simple aficionado que está aprendiendo a escribir a la vez que va publicando libros. Un lector empedernido. Un amante de la ciencia ficción. Un friki de las cosas sin respuesta. Un adicto a las buenas series de televisión. Un amante de las canciones de Sabina. Un catalán con ganas de dialogar (#parlem). Un hombre que no entiende cómo en este país la gente sale a la calle cuando ganamos un mundial y no cuando nos roban el trabajo y el pan de la mesa. Alguien con muy pocos amigos y muchos conocidos. Un padre de familia al que le falta mucho por aprender. Un marido al que le dan collejas merecidas casi a diario. Un trabajador nato que ahora busca calidad en lugar de cantidad. Un aventurero. Un ser anfibio que necesita estar volando bajo el agua de vez en cuando. Un tipo corriente de cuarenta y pocos años…
—¿Y este tipo corriente se ha planteado mover sus historias a otros niveles? ¿Has llamado a editoriales? ¿a la Paramount?
—¿Te imaginas que lo mando a una productora y sacan una peli? jajajajaja. En cuanto acabé el libro lo envié con toda la ilusión del mundo y supongo que, como todo novato, a más de 30 editoriales que aceptaban manuscritos por mail. También lo imprimí y lo llevé en mano a otras 5 que lo aceptaban en papel. Y esperé con una sonrisa en la cara hasta que pasaron los meses y llegaron las primeras respuestas, que muy amablemente me decían que no publicaban a autores noveles, o que no era de su interés. Más de la mitad ni contestaron. Solo hubo una editorial que me contactó para publicarlo, pero con unas condiciones poco favorables para el autor, y muy a mi pesar, decliné la oferta. No tuve éxito con las editoriales.
—¿Y estás satisfecho con la autopublicación? ¿No cuentas tu experiencia?
—Creo que es una manera de poner el punto final a tu trabajo cuando otros no te lo permiten. Cuando una editorial te dice: NO, queda algo en tu interior que está intranquilo y nervioso, que te revuelve las tripas día tras día porque ese trabajo que te has currado durante meses o incluso años, está en un cajón esperando a ver la luz. Y eso es antinatural. La auto publicación es ese paso final que te permite ver tu trabajo en la calle, aunque no lo lea ni te lo compre nadie, da igual, tú puedes pedirlo en papel y tenerlo en tu librería para mirarlo cuando te dé la gana, o regalárselo a tus colegas y familiares. Después llega el siguiente paso, cuando la gente sí lo lee y sí lo compra y, además, te lo reseñan positivamente y vas viendo cómo se sigue vendiendo y sigue gustando, y te siguen llegando comentarios positivos que dicen que has hecho un gran trabajo, que has hecho pasar un buen rato a alguien, algo que hoy en día es muy difícil. Eso es una droga a la que te acostumbras rápido y que es muy difícil olvidar. Esos pequeños actos hacen que sigas escribiendo para volver a sacar otro libro para seguir recibiendo el cariño de la gente. Y luego llega el siguiente nivel, que es cuando puedes permitirte el lujo de vivir de lo que escribes y vendes. Cosa que hacen muchos escritores que empezaron con aquel NO de las editoriales convencionales. Yo, personalmente, estoy muy satisfecho con la autopublicación. Me ha permitido decirle al mundo: ¡Eh, aquí estoy! Mirad lo que he hecho ¡Criticadme! No me gano la vida con la venta de libros, pero tampoco me cuesta dinero, y eso ya es mucho. Un hobby que te aporta tantas cosas buenas y que no te cuesta dinero, es difícil de encontrar. Además, estoy descubriendo a mucha gente que realmente vale la pena conocer. Luchadores natos con una ilusión capaz de mover montañas.
—En eso estamos totalmente de acuerdo, luchadores que quieren cumplir su sueño: ver su libro en la estantería. Tú has escrito dos: Atlantes y Diario del viajero. Antes de que me digas nada, sé que no se deben preguntar estas cosas, pero… ¿cuál eliges y por qué?
—Pues no sé qué decirte, la verdad. Los quiero por igual. Atlantes fue como un hijo que no te esperas. Salió de dentro, de forma natural y sin esfuerzo, fruto de una necesidad imperiosa de darle un sentido lógico a temas que no lo tenían. Una manera de poner en orden mi cabeza e intentar explicar el qué, el cómo y el porqué de muchas cosas. Diario del Viajero fue un segundo hijo buscado y planificado. Analicé la idea, la preparé, hice el esquema y le di forma para que naciera y creciera sano. Según dice casi todo el mundo, es una mejora sustancial en mi forma de escribir. Supongo que es normal porque, como he dicho antes, voy aprendiendo a medida que escribo.
—Si no sé ni para qué pregunto, si a mí me pasa lo mismo. Jajajaja. Y dime, ¿qué te traes ahora entre manos?
—He aparcado la continuación de Diario del Viajero, por ahora. Será una trilogía a la larga, pero necesitaba dejarlo por un tiempo y centrarme en algo nuevo. Ahora estoy metido de lleno en el tercer libro. Ya tengo la idea, el esquema del libro con su inicio, nudo y desenlace, aunque seguro que no será definitivo, porque le daré cien vueltas más antes de acabarlo. Tratará de una historia de aventuras, acción y suspense, de un viaje sin descanso en búsqueda de algo (que no voy a desvelar) a través de las bellas tierras de Egipto, Jordania e Israel. Me está gustando mucho escribirlo. Va a ser vibrante, apasionante y creo que, si consigo finalmente darle a la historia el toque que quiero, va a gustar mucho.
—¡Una trilogía! Vale… voy a tener que mentalizarme antes de leerlo. —Entramos en la sala donde se guarda a la niña bonita del museo: la Dama de Elche y nos acercamos al corrillo de gente que la rodea—. Por cierto, Iván, una cosa que me ha llamado la atención es que todos los personajes que aparecen son secundarios, no he encontrado un cabeza de cartel, todos los personajes, si bien unos con mayor importancia que otros, tienen algo que decir.
—Sí, es cierto, pero en Atlantes está hecho así a propósito.
—¿Y cómo se te ocurrió presentarlos así?
—Todos los personajes son importantes, todos forman parte de un equipo que debe jugar de forma conjunta porque, individualmente, no pueden ganar. No puedo desvelar el final, por supuesto, pero tú que lo has leído sabrás de lo que hablo.
—¿Y para ti quién es tu protagonista? ¿Rafael, Marco… Lilith?
—Para mí, Marco es el protagonista de la historia. Es alguien que no acaba de encontrarse, de entender qué hacer con su vida. Sabe que algo no cuadra, que las cosas no son lo que parecen, que hay algo más que lo que se ve a simple vista, y por eso escribe su libro. Si te fijas bien, es lo mismo que hice yo en su día, plasmar todo lo que rondaba por mi cabeza y darle forma de libro. Rafael encarna a esa parte buena, racional y amistosa que todo ser humano tiene en su interior. Y Lilith, qué decir de Lilith, ya te puedes imaginar…
—Ni la nombres... me dio mucho yuyu leerla. No voy a nombrar el resto de seres que habitan tu historia por no desvelar demasiado. Yo, si me lo permites, me quedo con mi favorito: McManan.
—Este tipo es genial. Me metí en su piel en seguida. Tengo la costumbre de ponerles una cara conocida a todos mis personajes, ya sean amigos, vecinos o famosos actores de cine, y el personaje de McManan lo vi reflejado en un profesor de catalán que tuve en el instituto, una persona entrañable, cercana, amistosa, inteligente y tremendamente parecido a Astérix el galo, pelirrojo, pequeño y muy gracioso. Lo ideé como un escocés típico porque la descripción cuadraba perfectamente, y le puse una copa de whisky en la mano multitud de veces, porque no podía ser de otra manera.
—Si es que eso es lo bueno de estos protagonistas, que los visualizas a todos, y con pocos detalles ya sabes casi toda su vida, y eso, para mí, como escritora, es un don, amigo. Pero voy a cambiarte de tema; ahora que estamos en plena resaca indie ¿qué opinas del concurso de Amazon? ¿tienes pensado presentarte en futuros certámenes?
—He oído y leído de todo sobre este concurso. Que si es un fraude, que si los finalistas son elegidos a dedo o por requisitos que nadie sabe cuáles son, que si esto, si lo otro… no debemos olvidar una cosa, Amazon es una empresa, y no una cualquiera, que nadie venga a enseñar a los señores de Amazon cómo hacer su trabajo porque casi nadie podrá crear lo que ellos han logrado. Lo que deciden y cómo lo deciden, será porque lo creen conveniente para sus intereses, y si tú estás en su línea de acción, serás la persona más afortunada del momento. Y para estar en su punto de mira, tienes que participar, si no, ni te van a ver. Creo que es una gran oportunidad para nosotros, los escritores independientes que no cuentan con el apoyo de una editorial convencional. Quedar finalista del concurso ya es una gran publicidad gratuita a nivel mundial, algo que costaría mucho dinero si tuvieras que hacer una campaña de marketing de ese calibre. Y ganar el concurso es el principio de una era que muchos han aprovechado para vivir de sus libros.
Si puedo acabar este libro con el que estoy liado, dejarlo pulido y perfecto a tiempo, por supuesto que me presentaré al concurso de Amazon. No tengo nada que perder y muchísimo que ganar.
—Eso es verdad. Te sirve de “mostrador” para el resto del mundo. Y por último Iván, antes de llevarte a la reproducción de las Cuevas de Altamira, ¿nos pones los enlaces a tu vida virtual?
—Ahí van los pocos que tengo.
Twitter: https://twitter.com/Ivan_Gilabert
Facebook: https://www.facebook.com/ivan.gilabert
Amazon: amzn.to/2rzRQAu
Un placer responder a estas preguntas, Merce. Muchísimas gracias por tu apoyo en las redes. Un besote muy grande!!!!
—El placer ha sido mío Iván.
Ponemos rumbo a la cueva, pero los dos nos paramos en seco. Un hombre alto, con los ojos de un azul intenso nos sonríe misteriosamente y nos señala una pequeña puerta que hay en la pared del fondo. Iván y yo nos miramos y sonreímos. Tiramos nuestros vasos de café en una papelera y nos vamos con el hombre de ojos azules ¿Quién sabe si las respuestas a todas nuestras preguntas no están detrás de esa puerta?
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