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Foto del escritorDulce Merce

Un café con Dulce y Marta Abelló

Hace frío y mucho aire en Madrid, ¿lo notas? La humedad te cala los huesos, el aire helado se cuela por las rendijas de tu ropa y de vez en cuando un copo de nieve cae del cielo.

Pero a mí no me importa, por nada del mundo me perdería este esperado encuentro.

Camino decidida por el paseo del Pintor Rosales, a mi derecha el parque del Oeste nos invita a pasear entre sus grandes pinos, pero hoy no va a ser el día, ya llegamos tarde.

La veo de pie justo en el punto de encuentro, frente a la puerta del teleférico. ¿La ves? Está parapetada bajo un montón de ropa de abrigo, casi no se la ve, pero sé que es ella.

—¡Marta! —gritas llamando su atención. Yo levanto la mano y la agito, para que no quepa duda de que somos nosotros los que la hemos llamado y que ya no tiene que esperar más.

—¡Hola! —responde mientras se acerca a nosotros frotándose las manos para entrar en calor antes de darnos dos besos—. ¡Madre mía, qué frío! Decidme que vamos a tomarnos ya el café. Necesito entrar en calor.

—Claro. Vamos.

Cruzamos la calle y entramos en el primer sitio que vemos. Es una creperie y se me antoja una de esas delicias.

El calor del local nos golpea la cara y nos hace sonreír al instante. Nos quitamos capas de ropa como si fuésemos cebollas y, ahora sí, nos damos un abrazo reconfortante.

Has visto una mesa libre entre todo el barullo y nos avisas para que vayamos a sentarnos. Tomamos asiento y vemos la carta; se nos cae la baba.

Decidimos pedir varios crêpes dulces para probar. Y entre risas, hacemos referencia a las famosas meriendas literarias de Marta y a mis cafés con Dulce. No nos podía haber salido mejor la quedada.

—¿Al final vamos a visitar el Templo de Debod?  —preguntas mientras llamas al camarero y hacer el pedido.

—Por supuesto, te lo prometí, pero primero un café caliente que nos temple el cuerpo. Además así hacemos tiempo hasta el atardecer, es algo mágico verlo desde allí —contesto haciendo especial hincapié en que el sitio respira magia—. ¿Te parece que empecemos ya?

—¡Sí, genial! Me muero de curiosidad.

—Vale, pues vamos allá. La primera pregunta, después de haber leído semejante obra es casi obligada... ¿Cuánto tardaste en escribir Los Hijos de Enoc?

—Fue un proceso de muchos años. Aunque suene una locura fueron aproximadamente 6 años de trabajo.

—¡6 añazos! —grito asustando al camarero que en ese momento se acerca a la mesa con nuestra merienda, le hago un gesto de disculpa y continúo—: ¿Y durante cuánto tiempo te documentaste?

—Unos dos años entre lecturas generalistas y después más específicas buscando lo que necesitaba para ambientar y apoyar determinadas escenas. La misma documentación me ayudaba a inspirarme y recuerdo momentos en que tomando notas de escenas encontraba datos reales que habían sucedido en determinados momentos de la historia que las reforzaban, como por ejemplo cuando mis protagonistas llegan al puerto de Constantinopla y se encuentran con el naufragio de varios barcos. Tiempo después, allá por 2007, leí una noticia en el periódico: Se habían encontrado los restos de ochos navíos venecianos que habían naufragado en el puerto de Constantinopla. Se creía que el hecho había ocurrido alrededor del año 1000. Mi escena transcurre en el año 999, como toda la novela. ¡Coincidía con mi escena! Y no acaba aquí la cosa. El eclipse de luna que transcurre en esos días en que mis protagonistas están esperando en la ciudad para tomar el barco hacia Alejandría, también está documentado como real, precisamente en mayo de 999. ¿Te imaginas? Eso es la magia de la escritura.

—Totalmente de acuerdo contigo. Es algo mágico, pero porque hay algunos autores que saben hacerlo mágico. ¿Quién es Marta? ¿Cómo te describirías?

—No me gusta describirme a mí misma: Soy... la que soy. Puedes encontrarme a través de mis escritos. O no… Si se consideran cualidades: soy tranquila, optimista, perseverante, no me dan miedo las pelis de miedo, no sé vivir sin música, juego a la Play (las historias de Tomb Raider, Fall Out o Resident Evil son estupendas para una pausa desestresante). Si se consideran defectos: leo de forma compulsiva, escribo hasta que se me caen las pestañas, no sé hacerme la manicura francesa, soy desordenada dentro de un orden y soy Escorpio...

—Pues excepto por lo de las pelis de miedo... ¡coincidimos en muchas cosas! —la choco los cinco antes de continuar preguntando—. ¿Qué opinas del mundo editorial? ¿Le darías una oportunidad?

—En cuanto a publicar relatos lo he tenido más fácil porque empecé publicando en revistas locales o en antologías de libros tras ganar algunos premios literarios. Pero en novela siempre ha sido complicado, al menos en mi caso. El acumular cartas y correos de editoriales tradicionales rechazando tu obra o peor aún, alabándola, pero que no encaja o que aunque es buena, por el momento no contemplan la publicación, desgasta mucho. En el caso de las editoriales de coedición, nunca las he contemplado ni aceptado sus propuestas. Ahora mismo, veo más libertad y oportunidades en la autopublicación en plataformas como Amazon, aspecto al que me resistí mucho tiempo hasta el año pasado en 2016 que decidí presentarme al concurso Indie. Fue una buena decisión.

—Yo, la verdad, viendo la cantidad de libros que hay en el mercado, no entiendo como no está tu libro bajo un sello editorial, pero oye... allá cada uno. ¡Te disfrutaremos los amazoneros! —nos reímos y degustamos una de las crêpes. Está buenísima—. ¿Y cuándo surgió la idea de los Hijos de Enoc? ¿Cómo? Hay autores que tiran de sueños, otros de anécdotas... ¿Cuál fue tu caso?

—El primer destello surge allá por 1999 ¡más de 18 años! tras una idea que me da un editor tras quedar finalista en un concurso con “Como un dios”. Me habló de la importancia de que un libro fuera comercial, o  al menos más comercial que Como un dios, que no consideraron para su publicación al no ser precisamente eso: comercial. De ahí que intenté esforzarme en un primer esbozo de la historia sin saber bien a dónde ir.  Se quedó en eso, un esbozo, pues el esfuerzo por intentar hacer algo comercial me bloqueó al estar presionada por escribir algo centrado en temas de moda. Lo que estaba haciendo era borrar mi voz, mi estilo; así que bloqueo al canto y al cajón. Por suerte, años después la retomé con la mente en blanco, solo mis ideas y mi estilo sin importar si era comercial, si gustaba o no. Me gustaba a mí, me lo pasaba genial escribiendo y eso era lo único que importaba. Quería escribir mi mejor novela, y daría los años y el tiempo que fuera por conseguir sacar todo el jugo a esa historia.

—Y doy fe de que lo has logrado. Tengo una curiosidad... Hay muchos autores que se reflejan en algún personaje de sus libros, algunos que se retratan incluso. ¿Y tú? ¿Has creado a alguien a tu imagen y semejanza?

—Me sorprende esa pregunta… Nunca creo a nadie a mi imagen y semejanza, ya que mis personajes ¡son mucho más interesantes que yo! Quizás, y solo quizás, todo tienen una pequeña parte de mí, y eso debe ser suficiente. Ellos existen por sí solos, quizás han existido siempre. Yo solo les doy voz y un lugar en mi historia, que es la suya propia.

—Los hijos de Enoc es una novela coral con muchos personajes, pero… ¿quién es tu favorito?

—Todos tienen mi cariño… Ersbetta es la protagonista y tiene mi estima principal. Es una mujer en un mundo complicado, rechazada por su pueblo, acusada de bruja, con un destino que debe cumplir a pesar de todo y de sí misma. Es un personaje potente que carga con un gran peso a sus espaldas. Por otro lado, podría considerar de mis favoritos a Aldo Tomassi, el toscano comerciante que representa a ese italiano pícaro y atractivo que da un buen contrapunto a la protagonista. También siento muy cerca a Nanya, la criada de siete años de Hans Smisza, siempre en su rincón bajo la escalera, triste, sola, a merced de ese hombre que hace experimentos en la planta superior. ¡Y qué decir de él, de Hans Smisza! Es el villano, pero un villano que repele y atrae; enfermo de porfiria, siempre atrapado entre la envidia, el amor insano y su ansia de inmortalidad. Por cierto, Hans Smisza ha inspirado una nueva historia que verá la luz en unos meses: Luna de Sangre.

—A mí los dos esclavos de Hans, tanto Nanya como Klaus, me robaron el corazón. El libro empieza en Hungría, en los países nórdicos... ¿Qué te llevó a pensar en Egipto como epicentro de tu historia?

—Cuando viajé a Egipto pensé que algún día escribiría una historia que tuviera allí su epicentro. Tenía que recrear parte de su luz, algo de su mitología, seguir el filón que suponían las teorías acerca de los pasadizos bajo la Gran Esfinge… Así que me dediqué a leer sobre ello para documentarme y adaptarlo a mi historia, que mezcla tanto hechos y personajes reales como mitos y elementos de fantasía y ficción.

—Es que Egipto es mágico, tengo pendiente ir a visitarlo. Pero dime, han sido mucho años de escritura y documentación, ¿qué sentiste al poner ese punto y final?

—La última parte de la novela fue la más ágil de todas, y cada escena se me revelaba encajando toda la historia. Al llegar al final sentí que ponía un punto y final adecuado para todos los personajes, pero que a la vez era un punto y seguido, pues es un final con esperanza. Recuerdo que coloqué el último punto (no puse FIN; nunca pongo “fin”, no sé porqué), cerré el archivo y empecé a tomar notas para una precuela y para una secuela. Hay historias que dan mucho de sí, como puedes ver... Y nada de copa de champán ni nada por el estilo para celebrar el final. Rebanada de pan Bimbo con Nocilla, un té y ¡a seguir trabajando!

—Sé de una amiga que te apoyaría en lo del pan bimbo con nocilla... —me río al acordarme del vicio que tenemos algunas con el chocolate, yo incluida—. Y de todas las historias que has escrito, ¿de cuál te sientes más orgullosa?

—Orgullosa no sería la palabra. Siempre hay algo que pulir, algo que cambiaría, pero entonces no acabaría nunca. Satisfecha o muy satisfecha, de Los hijos de Enoc, pero todas mis historias me gustan.

—¡Por cierto! Me ha dicho un pajarito que estás haciendo el reto NaNoWriMo...¿Qué tal la experiencia?

—¡Lo he terminado! Tras un inicio de locura en la primera semana, el gran esfuerzo de la segunda semana, el desánimo de la tercera y el último empujón arrastrando la última semana….¡conseguido! Con el reto NaNoWriMo he logrado escribir un primer borrador completo de Los hijos de Enoc: Luna de Sangre. Aún queda trabajo, por supuesto, pero tengo un borrador completo que ha surgido como un torrente y me ha sorprendido cómo el ponerte metas diarias (obligadas en este caso) entrena tus dedos y tu mente de modo que no cortas el hilo narrativo y brota como una fuente.

—¿En qué libro estás trabajando ahora?

—Como te he comentado, estoy con Luna de Sangre y cuando termine lo dejaré reposar para retomar una historia con Edgar Allan Poe como protagonista que tengo ya a un 60% y la detuve con motivo del NaNoWriMo. Será una novela muy peculiar y tengo ganas de volver a ella.

—A mí cualquiera de las dos me llama la atención leer, la verdad. Estoy deseando ver como ha quedado esa Luna de Sangre. Terminamos por ahora, mientras me acerco a la barra y pago, ¿nos pones los enlaces a tu vida virtual?

—Mi vida en esos otros mundos que están en este la podéis seguir en Twitter: @martikka1 y en Facebook tanto en mi página de autora como en la personal. En la personal suele haber meriendas literarias cada tarde, ¡así que los lectores están invitados! Salimos a la calle y vamos hacia el templo. Son las cinco y media de la tarde, el sol ya ha bajado y quiere hacerse ver entre todas las nubes que hoy cubren Madrid, aunque lo tiene un poco complicado.

Marte se lamenta por no poder ver ese atardecer del que tanto le he hablado, pero se le ilumina la cara en cuanto empieza a ver la estructura del templo. Es pequeño, pero imponente. La fuente, el paisaje, que a pesar de estar nublado se ve desde el mirador, todo esto envuelve el lugar en un halo de misterio.

Un hombre toca un arpa, sacando notas parecidas a la lira mágica, y una niña muy pálida y pelirroja empieza a entonar una canción en una lengua extranjera.

—¡Guau! —exclama Marta.

Como si de una señal se tratara, un rayo de sol empieza a colarse entre las nubes tiñendo de naranjas y morados el cielo. Mostrándonos una luz espectacular sobre esas ruinas milenarias.

Te miro y veo en tus ojos lo mismo que siento yo, la magia de este momento nos ha llegado directo al corazón. ¿Será el poder del lobo?

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